El
fútbol reúne características que le colocan como el fenómeno social más
importante en nuestros días. Prácticamente no hay ningún aspecto del quehacer
humano que no entre en juego dentro y en torno del más popular de los deportes.
Un
reglón importante es la idea democratizadora del fútbol; Cualquiera, independientemente de su
condición económica, género, grado de instrucción, edad o religión puede hablar
de fútbol, discutir, polemizar e incluso dictar cátedra sobre los componentes
del juego.
Basta
encender un televisor o asistir a un estadio para que cada uno de los
espectadores se considere un experto en materia de fútbol;
Se cree el asistente, el mejor director técnico, el mejor jugador, el
mejor directivo, el mejor periodista y por supuesto, el mejor árbitro.
En
Latinoamérica es frecuente ver discutir de fútbol a dos ambas de casa, o a un taxista
dando cátedra a su pasajero. También los cafés y restaurantes se llenan de
amigos que en la tertulia cuentan anécdotas y discuten hasta el cansancio para
ver “quién sabe más de
fútbol”.
El fútbol otorga esa sensación de
paridad, de igualdad que ha sido el sueño de toda sociedad. Pero a la vez respeta el individualismo y
permite la diferencia que otorga el favorecer a un equipo que no sea el
nuestro.
En
la variedad está el gusto y aunque se odie al rival, se sabe que requerimos de
su existencia para que la diversión sea completa.
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